CONTÁCTENOS - 91 575 78 24
RSS
Estás en www.ingenieriayarte.com
Si no encuentra un libro lo buscamos por Ud.
91 575 78 24

CESTA DE LA COMPRA

Tiene 0 productos en su cesta Importe total: 0
> > El caballo pura raza español. El mito viviente

Por favor introduzca la cantidad deseada y pulse sobre el carrito.

90 €/Ud.
Cantidad:

El caballo pura raza español. El mito viviente

Autor:

Descripción

Durante siglos, la posesión de un caballo revelaba el status social y económico de su propietario. Pero con la llegada del siglo XX, a la vez que dejaba de ser privativo de las clases socioeconómicas altas, surcagía un nuevo elemento, posiblemente más decadente


Características

  • Páginas: 300
  • Tamaño: 21x30
  • Edición:
  • Idioma: Español
  • Año: 2004

Compra bajo pedidoDisponibilidad: Inmediata

Contenido El caballo pura raza español. El mito viviente

Durante siglos, la posesión de un caballo revelaba el status social y económico de su propietario. Pero con la llegada del siglo XX, a la vez que dejaba de ser privativo de las clases socioeconómicas altas, surgía un nuevo elemento, posiblemente más decadente, como fue el automóvil. Este nuevo signo de distinción no iba a durar tanto como lo hicieron los équidos, porque Henry Ford y su sistema de montaje de vehículos en cadena, redujo enormemente el costo de fabricación, entendiéndose a otras capas sociales y popularizándose. En 1905, todas las cortes europeas, habían cambiado los carruajes por los automóviles, salvo la Corte del rey Francisco José I de Habsburgo-Lorena (1830-1916) que los mantuvo hasta la I Guerra Mundial. Cuando falleció el emperador, el parque móvil se integró en un Museo Histórico que se ubicó en el Palacio Schönbrunn (Viena), que alberga en la actualidad más de 170 vehículos. Si el invento de la pólvora restó importancia a la caballería en los campos de batalla, la aplicación del motor de explosión en los medios bélicos la erradicaría paulatinamente, y a la vez que hizo desaparecer a los équidos de los medios de transportes facilitó las tareas agrícolas con su aplicación en las cosechadoras. Y es que en el incipiente comercio internacional, basado en la revolución del transporte, la ampliación de la red ferroviaria, la mejora de las carreteras y la de las comunicaciones con la instalación del telégrafo, simplificaron el transporte y abarató sus costos, no quedando lugar para los, entonces, ya decadentes équidos. El cambio de la silla de montar por el volante, que se generalizó durante el siglo XX, se desarrolló en un período de crecimiento económico y popularización de costumbres, reservadas hasta entonces a la nobleza, en el marco de la carrera armamentista y el abandono paulatino de gran parte de la agricultura por la industria.

Mientras tanto, el signo más relevante del comienzo del siglo XX en España, era la pobreza y el estancamiento económico. La grave crisis que vivía la nación quedó al descubierto el cuatro de febrero de 1906, con la detención en Cádiz de 21 jornaleros andaluces que trataban de emigrar a América, de polizones en un barco, huyendo de la miseria1. Estos años fueron el preámbulo de lo iba a ser un siglo de guerras: en el plano nacional la guerra civil española (1936-1939) y en el internacional las dos guerras mundiales, 1914-1918 y 1939-1945.

Mientras, las yeguas españolas, hasta que se produjo la total mecanización del campo con la aparición de cosechadoras y tractores, seguían acompañando a los jornaleros, trillando durante largas y penosas horas bajo el sol andaluz, soportando una deficiente alimentación incluso durante el período de gestación. Pasado los años, debido a su capacidad reproductora y al aumento de su demanda al ampliarse el número de ganaderos, como veremos, fueron alcanzando un valor social y económico superior, incluso, al que históricamente habían logrado la mayoría de los caballos. Pero, hasta llegar ahí, el valor de las caballerías (que también fueron desplazadas de la industria por la creación de nuevas tecnologías sustitutivas) había decrecido paulatinamente durante la primera mitad del siglo XX. En este período, salvo los efectivos de la Yeguada Militar2, la mayoría de la cabaña equina de PRE quedó en manos de algunos ganaderos, principalmente andaluces, que, más que buscar rentabilidad, como había sucedido hasta ese momento con la cría caballar, buscaban cubrir una afición relacionada directamente con determinados rasgos culturales andaluces. Tras la guerra civil, y por la carencia de petróleo, se comenzó a utilizar en los vehículos el gasógeno como combustible. De forma paralela, se creó un importante mercado de ganado mular como sustituto a la falta de medios de locomoción y de tracción mecánica. Fuera de Andalucía, los ganaderos se habían especializado, desde mediados del siglo XIX, en la producción de ganado de tiro por las necesidades del ejército para el arrastre de materiales bélicos. Tan preciso era obtener caballerías para el ejército que el senador José María González de Echavarri y Vivanco, el 12 de junio de 1918, dio a conocer en el Senado su extrañeza porque una comisión suiza de caballar estaba adquiriendo ganado caballar y mular, a mayor precio, incluso, que el pagado por la Remonta, mientras el ejército se veía imposibilitado de conseguir las caballerías necesarias3.

Con la subida de la renta per cápita que se produjo en Europa tras la segunda guerra mundial, y el inicio del deporte ecuestre, a mediados del siglo XX se empezaba a divisar lo que sería una esperanza para el futuro de las razas caballares. En España, a finales de la década de los sesenta, cuando concluyó la pandemia de peste equina que se produjo en Andalucía, se reiniciaron, como veremos, las exportaciones de PRE. Tras la apertura política y comercial al exterior tras la dictadura del general Franco, se inició uno de los períodos más importantes de nuestro caballo. Países de todos los continentes lo querían conseguir y hacerlo protagonista de una nueva y prometedora industria: la del ocio.

De las vicisitudes del PRE durante el siglo XX, habría que destacar su evolución en la provincia de Cádiz que comenzó a recolectar el fruto de un proceso que se inició en la primera mitad del siglo XVIII. La proliferación de la cría caballar en esta provincia, preferentemente en las localidades de Arcos, Jerez de la Frontera y villas limítrofes, no sólo se originó por la gran demanda de équidos para las labores del campo sino que además se inició un proceso que lo podríamos definir como el renacer del Pura Raza Español4. Con el renombre internacional que consiguió la cría caballar gracias a la labor de la familia Zapata, de Arcos de la Frontera; Vicente Romero, Fernando A. de Terry, Isabel Merello, Vda. De Terry; Francisco Chica, y, posteriormente, la yeguada del «bocado», esta zona se consideró durante muchos años la cuna de nuestro caballo. Pero, aunque Jerez de la Frontera no fue el lugar donde se produjo la génesis del caballo Pura Raza Español, sino Córdoba5, hay que destacar la importante labor que realizó en su recuperación, mejora y mantenimiento desde la Guerra de la Independencia a principios del siglo XIX. Su justo premio ha sido la consideración de zona deportiva ecuestre más importante del mundo. Sin duda, es un ejemplo a seguir por otras regiones que pudiendo, y contando incluso con más medios, no hicieron nada en beneficio de una raza autóctona como la pura raza española, de vital importancia cultural y económica.

De las decisiones estatales más relevante del siglo XX, relacionada con la cría caballar española, es de destacar la creación del Registro-Matrícula (1911) para caballos y yeguas de pura raza española, la definición del estándar de la raza (1970) y la creación de la Comisiones de Valoración, que ya se venía aplicando desde siglos atrás, un sistema que influyó de forma decisiva en la mejora de la raza. El fruto de estas decisiones no tardó en visualizarse porque la reorganización del sector, que estaba muy olvidado, comenzó rápidamente a dar muestras de lo que se divisaba como un gran éxito. De la labor privada, además del mantenimiento de las yeguadas, se ha de destacar la creación en 1973 (en Sevilla) de la Asociación de Criadores de Caballos de Pura Raza Español (ACCE), posteriormente conocida como Asociación Nacional de Criadores de Caballos de Pura Raza Español (ANCCE), que de forma paralela comenzó a dar frutos en el sector. La fusión de ambas labores -pública y privada- fue el inicio del nuevo período de expansión que viviría la raza española a nivel internacional.

De este período, es necesario resaltar también la labor que viene realizando la Real Escuela Andaluza del Arte Ecuestre desde su fundación en 1973, tanto por su espectáculo, de indudable interés turístico y cultural, como por la labor deportiva con caballos como Evento, Invasor, Distinguido, Oleaje, entre otros. Los éxitos conseguidos en las Olimpiadas de Atlanta, Grecia, Juegos Ecuestres Mundiales de Jerez de la Frontera, con el logro de la Medalla de Plata, hicieron relanzar a los pura raza españoles en modalidades deportivas para las que algunos no creían que estaba dotada, y señalaron el camino por el que seleccionar de forma más eficiente a los ejemplares. La recolección de frutos no tardó en iniciarse también en el sector privado consiguiendo caballos de la calidad de Fuego XII, propiedad de la Yeguada Cardenas, ejemplar clasificado como el quinto mejor caballo del mundo en los Juegos Ecuestres Mundiales de Kentucky 2010 (USA). Con lo cual se ratifica, realza y aúna las cualidades históricas de la raza española, que son las mismas que se buscaron, y se consiguieron, en su génesis en el siglo XVI. No olvidemos que el Pura Raza Español nació porque la equitación mundial necesitaba de un tipo de caballo que pudiera realizar los aires de la equitación académica con la belleza, perfección y elegancia que ya se requería en ese período histórico.

Conseguido el Pura Raza Español, otros países quisieron obtener ejemplares, posteriormente, a través de cruces, consiguieron en algunos casos razas similares, como los caballos de kladruber (Checoslovaquia) y los lipizanos (Austria)6. Posteriormente, el mismo proceso en Portugal dio lugar al Pura Sangre Lusitano7; y más recientemente, en México, durante la segunda mitad del siglo XX, el caballo Azteca.

El contenido de este libro se desarrolla de forma cronológica con la finalidad de facilitar al lector recorrer el último siglo de la historia del caballo Pura Raza Español, que completa, junto a los libros «Historia y origen del caballo español: las caballerizas reales de Córdoba (1998)»8 y «El caballo español con los reyes borbones (2004)»9, la historia de uno de los grandes mitos vivientes

Pago seguro | Mensajerías

Copyright © Despegando S.L. 2024 | | info@ingenieriayarte.com